La última vez que posteé en este blog estaba todavía en Córdoba; desde entonces han pasado un sinfín de cosas, algunas más buenas que otras. Pero lo que sí me ha dado satisfacciones en todo este tiempo ha sido esta primera novela. Ya lo veis en Wattpad, rozamos casi las 70.000 visitas/lecturas y hemos superado con creces el centenar de votos. En cuanto a comentarios, todos son positivos y muchos me piden ya la segunda parte. Reconozco que he tenido el blog muy abandonado, reconozco que la publicación de LE y la escritura de NLEEM ocupan casi todo mi tiempo, pero no es menos cierto que debo aprovechar el buen momento que está teniendo la historia de Raúl. Una historia que ha tenido mejor aceptación que hace unos años, y por ello merece más atención de la que le he dedicado en los últimos meses.
A partir de ahora ire colgando en el blog fragmentos de los capítulos... Sólo fragmentos, porque la novela íntegra está en Wattpad y es allí donde podéis leerla con toda comodidad. También, si el tiempo libre me lo permite, ire haciendo comentarios acerca de los personajes, las situaciones, avanzaré un poquito de lo que es la continuación, etc. Vaya, que vamos a ponernos las pilas para reactivar este blog. Porque los lectores de la novela se lo merecen. Y porque justamente hoy es Carnaval. Besos a todos.
PRÓLOGO
Navarra. 1977
Agosto tenía sus noches caprichosas, y aquélla había sido una de ellas.
Los servicios informativos habían pronosticado tormentas, pero sobre aquellas
tierras fértiles aún no había caído ni una gota. Un viajero que conducía por
aquellas carreteras sentía como la brisa le acariciaba la mejilla mientras veía
pasar ante sí hectáreas y más hectáreas de campos de labranza. La naturaleza
había sido magnánima con las tierras del amo. La mansión se alzaba contra un
cielo salpicado de estrellas. Era el baluarte de aquella ilustre familia: los
Goikoetxea.
Algunos kilómetros más al sur se abría el pueblo, y aparecía ante los
ojos del viajero una miríada de casas de sólida estructura y tejados grises,
adornados con improvisados nidos de arquitectura sencilla y gran ternura. Caminando
se llegaba a la gran plaza, símbolo de la camaradería de los lugareños. En su
centro, iluminado por el primer rayo de sol matutino, se erguía aquel roble
centenario; desde su copa los niños vislumbraban el río, los valles y las
montañas hasta que la vista se les perdía más allá del horizonte.
Pero aquel amanecer algo se movía en él; era apenas un bulto
columpiándose, empujado por un vientecillo fresco. Se asemejaba a una muñeca de
trapo, con la cara de porcelana y el cabello de seda negra.
Los pies descalzos oscilaban ligeramente hacia delante y hacia atrás; bajo
ellos: una pequeña escalera tirada en el suelo, víctima de un puntapié demasiado
vigoroso, y un vestido negro.
La cabeza inclinada no permitía ver la hermosura del rostro. La cuerda
casi invisible que rodeaba su cuello era tan recia y firme como el propio
roble. Estaba desnuda. Y muerta.
En su cuerpo aún podían verse las cicatrices que le dibujó un amor
imposible. No dejaba tras sí más que errores: el corazón desgarrado de un
hombre demasiado débil para merecer su amor, y una criatura de mirada de cielo
y sonrisa hechicera. El crío no la inquietaba, alguien cuidaría de él mejor que
ella; los rumores y el escándalo tampoco.
Ella ya estaba muy por encima de todo aquello.
Nadie podía hacerle mayor daño que el que se había infligido a sí misma.
Ella había sido su peor enemigo.
Mas ahora todo había acabado, ¡la gente olvida tan pronto! Tanto daba ser
la niña del amo como la del peón más harapiento. El final era siempre el mismo.
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