CARNAVAL. 20º ANIVERSARIO

CARNAVAL. 20º ANIVERSARIO
Portada realizada por Olalla Pons para Amazon

miércoles, 20 de febrero de 2013

Un impulso

Pues hoy, aparte de colgaros un trocito del primer capítulo, dedicado a Azucena, una de las protagonistas clave de la historia, de la que más adelante os hablaré largo y tendido, os comunico que estoy averiguando cómo publicar Carnaval en Amazon. Estoy dando mis primeros pasos, ahora ya en serio, y muy pronto os podré dar buenas noticias al respecto. He de agradecer nuevamente el tremendo éxito de la novela en Wattpad. Estoy que no me lo creo ante tanto voto y tanto comentario positivo. El mes que viene la novela cumplirá un añito en este portal y desde entonces no he recibido más que buenas noticias. GRACIAS A TODOS.

 


Barcelona. 1996

Giró la cabeza, los ojos verdes refulgían al sol que se colaba por entre las rendijas de la maltrecha persiana de la maltrecha ventana de aquella minúscula habitación, en aquella deshecha cama donde, junto a su último amante, yacía satisfecha de apetitos voraces e impacientes.
Era, con su morena belleza, una de aquellas criaturas que cría Sevilla al sol y al aire: una gitana de porcelana, un souvenir español.
Su cuerpo aparecía desmayado; a veces voluptuoso, etéreo otras veces, según los ojos que la miraran y la carnalidad escondida en ellos. Su cara redonda, su piel suave, de terciopelo, y sus pechos anhelantes de caricias, a menudo hacían desfallecer a aquel hombre exigente pero descuidado.
Ella siempre le hacía la misma pregunta, ya estaba harta incluso de la respuesta, pero nuevamente debía frenar la pasión que le consumía en bien de los dos.
Ahora deseaba poseerla una vez más; a ella le gustaba su anhelo, mas no iba a hacerlo sin red. De nuevo lo de siempre:
—¡Está bien, ya basta! —Se incorporó un poco,  empujándole—. ¡Cálmate! —Era una súplica ahora—. ¿Tienes el condón? —le exigió, inquieta; intentaba mantener el control de la situación, pero él no se lo ponía nada fácil, ¡qué caray!
—Sí, sí, lo tengo. No te preocupes. Hay que ver cómo sois las tías, todas queréis garantías de todo —él estaba cabreado; quería jugar, comérsela… Y ella… Ella sólo pensaba en el puto condón.
La miró a los ojos. En un segundo, y sin proponérselo, se lo perdonó todo. ¿Cómo podía uno enfadarse con ella? ¡Era guapísima! Era como una diosa, incluso sus andares eran los de una diosa: ligeros, apenas si tocaban el suelo sus pies. ¡Y aquel cuerpo! Perfecto: sensualmente curvilíneo donde más falta hacía, y esbelto a la vez.
La diosa se arrodilló de repente, antes de que él pudiera comenzar la faena, se tapó pudorosamente (un pudor fingido) con la sábana, y le preguntó:
—¿Debería operarme los pechos?
—Solamente si yo soy el cirujano —bromeó él.
Ella le miró a los ojos.
—Lo digo en serio —protestó—; son demasiado pequeños. A mí siempre me han gustado los pechos grandes.
—Haz lo que te dé la gana —contestó él de malos modos—. Todas las tías sois la repera.
—¿Por qué demonios te pones así? Sólo he hecho una pregunta.
Estaba enfadada. ¿Por qué nadie la tomaba en serio? ¿Por qué parecían sus problemas «menos problemas» que los del resto de la gente?
—Dejémoslo, ¿vale? No quiero discutir más contigo, luego me entra mal rollo y acabamos fatal. Haz lo que quieras con tus tetas; yo no soy quién para darte sermones. Ya eres bastante grandecita, ¿no? Al menos, de eso presumías cuando viniste a vivir conmigo.
Intentó relajarse. Reconocía que había estado muy brusco; esa clase de tipas le ponían enfermo. Nunca se contentaban con nada, a todo le ponían pegas y siempre andaban quejándose. Si no tenían un motivo real, y ella no lo tenía, se lo inventaban.
—Anda, duerme un poco más, perezoso, que es domingo —le dijo cariñosamente—; yo voy a estirar las piernas, estoy algo atontada.
No era verdad lo que había dicho… Mmm, algo sí… Pero no estaba para nada atontada, al contrario: estaba muy despierta. Lo bastante como para ponerle punto y final a todo aquello.
Por muy bien que la follara, si no era capaz de respetarla (y eso incluía sus opiniones y decisiones, no se refería sólo al sexo) ni de comprenderla, aquello se había acabado.

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